Noche de asombro




Te preparas para salir, arreglándote hasta el último detalle, quieres sorprenderlo, y que te viera como nunca te había visto. Lo esperas en una banca a las afueras del sitio de encuentro, buscándolo en cada esquina, cada vez que alguien iba a cruzar la calle; tratabas de distraerte con cualquier cosa que tenías dentro del bolso para que el tiempo pasara más rápido. Hasta que llegó con saco y corbata, como nunca lo llegaste a ver ni siquiera en fotos, tal vez en montajes. Él sin verte sacó su celular tal vez para llamarte, pero le dijiste sonriendo “Aquí estoy”, como si los años no hubiesen pasado.

Esa noche cálida de abril te acuestas sin creerlo, solo piensas en que debiste quedarte un rato más, debiste visitar más lugares, debiste decir muchas cosas más, ¿pero para qué?, solo había que disfrutar el momento, ese momento fue como un regalo pendiente de la vida que no esperabas. Al otro día te levantas con ganas de nada, dolorosamente sientes un mareo de amor, lo más duro de querer a alguien intensamente por años es tener que dejarlo ir, te das cuenta que tienen y tendrán vidas separadas. Días extraños, sombras como recuerdos de quienes llegan y pellizcan un pedazo de tu vida para marcarla por siempre.

Y es que llevamos vidas separadas
¿Cómo podríamos estar juntos?
Y es que no hemos podido hallar ese punto de encuentro
¿Cómo podríamos vernos?
Y es que no hacemos ni siquiera el esfuerzo para que pase
¿Cómo podríamos construirnos?

Solo sabemos que pase lo que pase, estemos donde estemos tú me puedes encontrar y tal vez yo pueda encontrarte, porque nos hemos convertido en incondicionales amigos a larga distancia, nos hemos convertido en aquellas personas con quienes puedes contar para lo que sea a la hora que sea, y resulta tranquilizante, estimulante y hasta beneficioso saberlo.


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