Prólogo
Un día como cualquier otro me puse a pensar, que es la vida, que gano yo con todo esto, y sobre todo que gana el mundo conmigo, un poco existencial y trascendental, continué con mi meditación, cada vez más profunda y finalmente aflora una simple pero importante conclusión: La vida no es más que un sinnúmero de historias y cuentos por contar, que me pasaron o los vi pasar, o simplemente los escuché de alguien más. ¿Qué gano yo de estas historias vividas? Pues simplemente gano experiencia, enriquecedora experiencia que me sirve y servirá para aplicar los conocimientos adquiridos a las distintas realidades que me pinta la vida, dándome la capacidad de saber elegir cual aplica para cada situación y momento específico. ¿Qué gana el mundo de mí y de mis historias, buenas, malas o regulares? Pues nada, no ganaría nada si no dejara plasmadas estas aventuras propias o ajenas, o la combinación de ambas, para que alguien más pueda en un momento dado tener la oportunidad de aplicarlas o no.
Y es que en la vida existen las personas que dejan huella y las que simplemente cumplen con respirar desde el momento de su nacimiento hasta su muerte, estas últimas pueden ser alguien para algunas personas pero que en no más de 2 generaciones serán olvidadas. Pues yo digo, NO QUIERO ESTO PARA MI, quiero patalear contra la muerte, contra el olvido, contra la vida misma. Es aquí cuando se me viene a la mente lo que todos dicen de “sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo”. ¿Un árbol? He destruido y visto destruir más de los que he sembrado, ¿Un hijo? Mmmm… deje así, ¿Un libro? ¡Un libro! ¡Eso es! Seré un personaje anónimamente conocido por los que, por alguna razón, casualidad o no, lleguen a tener en sus manos mi historia.
Ahora miro al frente y suspiro, porque no soy tan bueno escribiendo como quisiera ni tengo la voluntad ni la capacidad de unir todas esas historias que tengo en la cabeza y me estrello con la dura realidad, y bajo los brazos ante la física pereza de empezar, como tantas cosas que he querido iniciar y que dejo abandonadas a mitad de camino, hacer deporte, ir al gimnasio, aprender otro idioma, pintar, filosofar, tocar guitarra, coleccionar latas de cerveza (creo que ese fue mi mejor intento de hacer algo), en fin, mi vida es un círculo vicioso en donde el vicio predomina. De pronto alguien, una amiga, una confidente, una paciente y a su vez una psicóloga, una víctima de mis acciones, una loca aventurera que si es capaz de tomar el toro por los cuernos y de montarse en la bestia temida por mí, esa bestia que se llama esfuerzo y dedicación, me pide escribir unos cuantos párrafos para su libro, lleno de aventuras vividas y lecciones aprendidas, propias, ajenas y ficticias.
Entonces heme aquí matando un poco las frustraciones propias de no ser capaz de encaminarme por mí mismo en la tarea de escribir más de 5 páginas, pero si recomendándoles este escrito que van a empezar a leer, advirtiéndoles que si toman el riesgo de comenzarlo, pueden tener la seguridad que van a terminar por devorarlo como se devoran los manjares más exquisitos o en mi caso las mujeres más deliciosas, con pasión y con gusto, con la delicadeza del detalle pero con el afán de continuar. Y es que este no es Alicia en el país de las maravillas, porque tristemente Alicia no “pasió” por Colombia como sí lo ha hecho esta escritora, y que tiene una serie de historias y cuentos cortos por presentarles, para que se sientan identificados en algunos de ellos, se rían con otro tanto y puedan compartir las penas que ha sufrido esta paisa demente… de mente alegre e inocente, volátil y fantástica.
Espero les agrade recrear en sus mentes, trozos de la vida que están a punto de conocer o en algunos casos, de sentirse identificados con un suceso que de alguna manera pudo haberles ocurrido de manera similar.
Con mis mejores deseos, los dejo, para que ustedes lectores inicien pues esta aventura, teniendo la confianza, y no es porque ella sea mi amiga y uno de los seres que más quiero, que se van a enamorar de este escrito y de sus coloridas palabras.
MARIO MATEO GARAY MÉNDEZ
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