Ojos rojos





Todos los días paso por el mismo lugar,  
no siempre a la misma hora  
pero siempre estás allí,  
como todo el mundo en la calle ganándose  la vida,  
siempre camino de afán con mis audífonos puestos  
pero te miro de reojo para ver que tienes exhibido.  

Hay veces quieto,  
hay veces creando con tus manos  
o mirando al horizonte estás;  
riéndote con alguien  
o comiendo,   
otras veces pareces no estar.  

A tu presencia no me puedo resistir, 
quiero acercarme de verdad,  
detenerme a mirarte, 
a detallarte, 
a compartir unas palabras, 
a elogiar tus creaciones manuales. 

Hasta que un día iba caminando sin afán
y allí estabas en el mismo lugar,
como todo el mundo en la calle ganándose la vida,
me detuve con varias intenciones:
con la de observar lo que habías hecho
y con la de hablarte.

Levantas tu mirada para preguntarme qué me interesa,
y yo en mi cabeza te respondo: me interesas tú,
pero te sonrío y te digo que voy a observar no más,
sin embargo me dices que siempre me ves 
pero que nunca me había acercado, 
y que hoy que me había animado a hacerlo, 
sería porque no llevaba los audífonos ni las gafas rosadas puestas, 
ni la mochila colgada;
te respondí que observador eres.

En ese momento solo veía tus ojos rojos,
llenos de abandono, llenos de cansancio,
esos ojos rojos llenos de una vida de vacíos,
necesitando un momento de tranquilidad.

Hay un silencio que para mí es incómodo,
y me imagino que para ti es normal 
pues muchos solo observan sin comprar y sin hablar,
pues solo esperas,
esperas a que algo extraordinario ocurra en tu mundo ordinario.



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